FORMACIÓN DE CLASE GLOBAL

El hacer comunitario indígena contra el trabajo alienado capitalista. Dinámica de explotación del trabajo de los pueblos originarios del Gran Chaco. Esclavitud, semiservidumbre, trabajo coercitivo, etc. ALFREDO GALARZA

Históricamente la servidumbre personal fue un sistema empleado en la Edad Media, para someter a grupos de personas que se encontraban en situación de vasallos, llamados también siervos de la gleba, persistiendo esta modalidad aún en la actualidad.

Es necesario indicar que la mayoría de las sociedades latino americanas que fueron colonizadas por los europeos, fueron sometidas a situación de servidumbre, obligando a la población a realizar trabajos que excedían los límites previstos para un ser humano, que causaban enfermedades e incluso la muerte.

El trabajo forzoso u obligatorio, se define como "todo trabajo o servicio exigido a un individuo bajo la amenaza de una pena cualquiera y para el cual dicho individuo no se ofrece voluntariamente".

Según John Holloway, "bajo el feudalismo, la relación de dominación/ explotación era una relación directa y personal. El siervo estaba ligado a un señor en particular, y el señor estaba restringido a la explotación de los siervos que había heredado o que podía subyugar de otra forma. Ambos lados de la división de clases estaban ligados. La relación entre siervo y señor tenía un carácter fijo, inmóvil. La relación personal e inmóvil de servidumbre feudal se mostró inadecuada como forma de contener y explotar el poder del trabajo.

La transición del feudalismo al capitalismo en Europa (el feudalismo es un fenómeno europeo) fue por lo tanto un movimiento de liberación por ambos lados de la división de clases. Los dos lados huyeron el uno del otro.

Los lados huyeron de una relación de dominación que se había revelado inadecuada como forma de dominación. La huida a la libertad es la esencia de la transición del feudalismo al capitalismo, la insubordinación del trabajo fue la fuerza motriz de la nueva movilidad de la relación de clase.

La huida de los insubordinados y de la insubordinación del trabajo, la repulsión mutua de las dos clases no disolvió la relación de clase. Para ambos, siervo y señor, la huida a la libertad se enfrentó con la reafirmación de la liga de dependencia mutua. Los siervos liberados encontraron que no tenían la libertad de dejar de trabajar bajo mando ajeno, ya que eso hubiera implicado el hambre. Ya que los antiguos siervos no disponían de los medios de producción, fueron obligados a trabajar por un amo. Para sobrevivir, se tuvieron que subordinar otra vez. Sin embargo, eso no fue un regreso a la vieja relación: ya no estaban ligados a un amo en particular, sino tenían la libertad de moverse, de dejar a un amo e irse a trabajar por otro.

La transición del feudalismo al capitalismo implicó la despersonalización, desarticulación o licuefacción de las relaciones de dominación. La relación de dominación no fue abolida por la disolución de los lazos de servidumbre personal, pero sí sufrió un cambio fundamental de forma. El lazo que ligaba al siervo a un amo particular fue disuelto y remplazado por una relación móvil, fluida, desarticulada de subordinación a la clase capitalista. La huida de la (in)subordinación entró en la definición misma de la relación clasista.

Desde el principio, la nueva relación de clase, la relación entre capitalistas y trabajadores (o, mejor, ya que es una relación despersonalizada, la relación entre capital y trabajo) es una relación de huida y dependencia mutuas: huida de los insubordinados y de la insubordinación, dependencia de la re-subordinación. El capital, por su definición misma, huye del trabajo insubordinado para buscar más y más riqueza, pero nunca puede escapar de su dependencia de la subordinación del trabajo. El trabajo, desde el principio, huye del capital para buscar autonomía, desahogo, humanidad, pero puede escapar de su dependencia y de su subordinación ante el capital sólo destruyéndolo, destruyendo la apropiación privada de los productos del trabajo, y destruyendo así su propia existencia como trabajo.

La relación entre capital y trabajo, por lo tanto, es una relación de huida y dependencia mutuas, pero no una relación simétrica: el trabajo puede escapar, el capital no. El capital depende del trabajo en una forma en la cual el trabajo no depende del capital. El capital, sin el trabajo, deja de existir: el trabajo, sin el capital, se convierte en creatividad práctica, en práctica creativa, humanidad.

El capital se constituye por su movimiento.
El capital vive subordinando y luego huyendo de la insubordinación que es inseparable de la subordinación: chupa el trabajo para explotarlo y lo escupe por incomible. El antagonismo que define a la clase trabajadora no es el antagonismo de subordinación sino de subordinación/ insubordinación: los trabajadores no somos las víctimas subordinadas sino los insubordinados quienes repelen al capital y a quienes tiene que subordinar. Si el capital vive chupando y escupiendo, entonces la clase trabajadora puede ser definida precisamente como los chupados y escupidos de la tierra.

El argumento desarrollado aquí implica una crítica a muchas de las categorías de análisis empleadas por la tradición marxista ortodoxa. Ha sido común en aquella tradición analizar el capital en términos de su fijeza o ligazón, y no en términos de su movimiento. Esto se refleja, por ejemplo, en el concepto del 'capital nacional', como en capital estadounidense, capital japonés, capital mexicano.

El capital no conoce ni bandera, ni himno nacional, ni sentimiento nacional, si no es como medida de imponer la subordinación del trabajo. Todo capital se nutre de la extracción mundial de la plusvalía: no hay otra fuente posible para la expansión capitalista. Las empresas atraen una porción de esa plusvalía o desaparecen. Los estados compiten para atraer y retener una porción del capital a través de la creación de condiciones favorables a la acumulación del capital o caen en crisis y caos.

Ni el estado nacional, ni la rivalidad entre estados es, por lo tanto, una categoría adecuada para entender el desarrollo del capitalismo, ni al nivel mundial, ni en cualquier territorio local (estado, región, pueblo, lo que sea). La única manera de entender el desarrollo capitalista, sea político, sea económico, es a través de una comprensión de la extracción de la plusvalía, o, en otras palabras, la lucha de clases que es la unidad contradictoria entre la huida de los insubordinados y de la insubordinación y la subordinación del trabajo." (John, holloway)

Formas de explotación del trabajo en América en la expansión y consolidación del sistema mundo capitalista patriarcal colonial moderno. ALFREDO GALARZA
Según Silvia Rivera Cusicanqui, no existe en el aymara la palabra trabajo como entidad abstracta. Los curas catequistas inventaron el concepto de trabajo basados en una palabra del aymara que traducida al castellano significa cargar, que se corresponde para el indígena como la labor de cargar bultos para los jesuitas. En el aymara cada hacer o labor social tiene su palabra. Si se realiza una labor como la siembra al voleo tiene un nombre, la siembra con escarbación tiene otro nombre, lo mismo la siembra con plantines. No hay un concepto abstracto que sintetice todo el hacer social de las personas.

En el sistema capitalista el hacer humano hace mundo, y las cosas por él creadas se yerguen contra ese hacer que les dio origen para negarlo como tal hacer, para desconocerlo. La mercancía, el Estado y la política, son productos del hacer humano, son formas de hacer que se van negando, y que en definitiva terminan por crear cosas que niegan al mismo hacer que los originó. La lucha de clases podríamos entenderla, no como la lucha del trabajo contra el capital, sino como la lucha del hacer humano contra el trabajo abstracto. La lucha en contra de lo que el mismo capital crea: el trabajo abstracto. El trabajo asalariado capitalista es una forma que contiene y a la vez suprime nuestra creatividad, pero también ese hacer social reprimido en esa versión ya tradicional existe en rebeldía contra su forma asalariada y va mas allá de ella. Luchar contra el capital implica siempre luchar contra el trabajo enajenado asalariado.

En el ecosistema del Gran Chaco, antes de la llegada del frente estatal colonizador, no existía el concepto trabajo como síntesis del hacer social de los pueblos originarios. Es pues el concepto mismo de trabajo, una jerarquía de poder global estructural del sistema capitalista, que subordina el hacer social de los pueblos bajo la forma fetichizada de trabajo. En los territorios de los pueblos originarios del ecosistema del Gran Chaco, la llegada del frente colonial estatal militar capitalista cristiano, impuso con violencia la categoría de trabajo a los pueblos indios.

La Encomienda. ALFREDO GALARZA
La encomienda fue la institución básica de dominación durante los primeros años de la presencia hispana en América. Por medio de ella, un puñado de conquistadores sojuzgó y disciplinó a los nativos, accedió a la mano de obra necesaria para sus múltiples emprendimientos y extrajo el excedente de la producción indígena.

Durante los años iniciales de la conquista del Perú, los vínculos entre los encomenderos y los indígenas se caracterizaron por la extrema violencia y las exacciones compulsivas. Para limitar los abusos sobre la población nativa, en 1542 se sancionaron las Leyes Nuevas, cuyo intento de implementación provocó el levantamiento de los encomenderos, liderados por Gonzalo Pizarro.

La encomienda americana tiene su origen en una institución medieval, que adquirió gran importancia durante la guerra de Conquista de Alandalus de las élites cristianas castellanas contra los musulmanes. En los reinos ibéricos, consistía en una merced de tierras y hombres otorgada a aquella persona que se había destacado en la contienda, a cambio de que se ocupara de la defensa del territorio, la protección de los pobladores y el ejercicio de la justicia. A diferencia de la encomienda peninsular, su versión americana no contemplaba la asignación de tierras y tampoco concedía al beneficiario la administración de justicia. Se asignaban indios que debían tributar a un encomendero, quien, en contrapartida, tenía que asegurar la conversión de los naturales a la fe cristiana y colaborar con la corona en la defensa del territorio.

En las regiones del Caribe al principio de la expansión colonial europea, los colonos tomaron los indígenas como esclavos y se buscaron yacimientos de metales preciosos donde fueron enviados a trabajar en condiciones extremadamente duras. De nada valió el hecho de que la Corona española declarara en 1500 que los naturales de América eran vasallos libres de la monarquía, ya que se dejó abierta la posibilidad de seguirlos esclavizando, cuando fueran tomados prisioneros en "guerra justa" al no querer someterse de buen grado a la religión católica y al dominio español. De esta manera todo el Caribe se convirtió en un territorio de caza de esclavos, con fatales consecuencias para la población indígena que cada día iba disminuyendo a unas tasas aceleradas.

Las autoridades coloniales intentaron frenar el proceso de extinción de los indígenas de las islas mediante una serie de medidas que chocaban directamente con los intereses de los primeros colonos.

En primer lugar, se estableció en 1503 un sistema de trabajo forzoso menos brutal llamado "repartimiento", mediante el cual los gobernadores le entregaban un grupo de indios a un colono para que trabajaran bajo sus órdenes, pero con la condición de que fueran bien tratados y pagados por sus servicios. Posteriormente, en 1512, la polémica suscitada por fray Antón de Montesinos en la corte de España, llevó a la creación del sistema de la "encomienda", mediante las Leyes de Burgos. Esta institución, que era una mezcla de elementos feudales practicados contra musulmanes y judíos en la península ibérica y de las nuevas situaciones, que los españoles enfrentaban en América, estaría destinada a convertirse en la principal fuente de poder durante el resto del siglo.

De hecho, la obligación de trabajar forzosamente bajo la modalidad de los "servicios personales" significó una forma de servidumbre que en poco se diferenciaba de la esclavitud y tuvo las mismas consecuencias catastróficas desde el punto de vista demográfico.

La total extinción de la población indígena de las islas del Caribe tuvo dos grandes consecuencias para el desarrollo posterior de la historia Americana. Por un lado empezaron a importarse grandes cantidades de negros africanos para reemplazar a la mano de obra indígena y por otro lado se inició un avance hacia tierra firme que tuvo como resultado el sometimiento de grandes poblaciones con una organización política bastante compleja, en un periodo relativamente corto. Prácticamente entre 1519 y 1540 se realizaron las conquistas más importantes en términos de las riquezas que aportaron a los colonizadores, particularmente la de los Aztecas (México), los Incas (Perú) y los Muiscas, que consolidaron la sociedad colonial y trazaron las líneas generales de su desarrollo posterior.

Pero en el siglo XVIII, la situación cambia completamente. La encomienda había desaparecido prácticamente de la escena social. Ahora eran otras las fuentes de poder y riqueza: haciendas, minas y empresas comerciales. El sector dominante estaba conformado por los descendientes de los antiguos conquistadores.

La encomienda se baso en la institución de la Conquista Española de la península ibérica en la que a los Adelantados se les otorgaba el derecho para extraer el tributo de los musulmanes o de otros campesinos en las zonas que habían sido conquistadas y reasentadas. El sistema de encomienda colonial difiere de la institución Peninsular, ya que los Encomenderos no eran propietarios de la tierra en que vivían los indígenas. El sistema no dio lugar a una tenencia de la tierra directa por parte del encomenderos españoles, las tierras indígenas se mantuvieron en teoría en poder de los naturales. Este derecho estuvo protegido oficialmente por la Corona de Castilla desde el comienzo de la conquista. El sistema fue abolido formalmente en 1720.

En 1503, La corona española comenzó a conceder encomiendas legalmente a los soldados, conquistadores y funcionarios. El sistema de encomiendas fue utilizado por la Corona para la organización de los indígenas en pequeños asentamientos conocidos como reducciones, en respuesta al crecimiento decreciente de los indígenas. Cada reducción tenía a un jefe nativo responsable de hacer el seguimiento de los trabajadores en su comunidad. El sistema de la encomienda no otorgaba la tierra a las personas, pero de forma indirecta ayudaba en la adquisición de tierras por parte de los colonos. Los encomenderos se familiarizaron con las tierras de los indígenas, que estaban bajo su tutela, y quisieron apoderarse de ellas a través de medios legales o extra legales.

El sistema de la encomienda fue sucedido por los también abusivos repartimientos de indios gestionados por la corona, en la que los trabajadores fueron contratados directamente por los dueños de la hacienda. Al igual que la encomienda, el Repartimiento no incluyó la atribución de tierras a nadie, sólo la asignación de trabajadores nativos. Pero ellos fueron asignados directamente a la Corona, que, a través de un funcionario local los asignaba para trabajar para los colonos por un período de tiempo determinado, generalmente varias semanas. El repartimiento fue un intento de "reducir los abusos de trabajo forzosos". Como el número de indígenas había disminuido las actividades mineras fueron reemplazados por las actividades agrícolas en el siglo XVII, la hacienda surgió debido a que la propiedad de la tierra se volvió más rentable que la adquisición de mano de obra.

Esclavitud. Las haciendas y el latifundio. ALFREDO GALARZA
Unidad de producción agrícola constituida por una propiedad rural bajo el dominio de un propietario, explotada con trabajo dependiente o esclavo, con un empleo escaso o intensivo de capital y que produce para el mercado.

De gran raigambre en el continente americano, el término "hacienda" toma distintos nombres de acuerdo con la región donde está ubicada y tiene pequeños matices que las diferencian. Unas veces será fundo, chacra, estancia o granjería, otras hacienda propiamente dicha y en el caso de la agricultura exportadora tropical se conoce como plantación. En el área andina, está relacionada históricamente con la permanencia de grupos indígenas que usufructuaban parcelas comprendidas dentro de sus terrenos.

Explotación del trabajo en el Gran Chaco. ALFREDO GALARZA
Los problemas laborales a los que se enfrentan los trabajadores rurales indígenas, particularmente en las estancias tradicionales del Chaco, son aún mucho más serios. En las referidas unidades productivas, la discriminación que sufren los trabajadores indígenas a todos los niveles, constituye parte de la realidad cotidiana, y va desde recibir una paga mucho menor que los trabajadores blancos, hasta no permitirles ni siquiera compartir el mismo pozo de agua que sus compañeros no indígenas.

Los trabajadores temporales y permanentes en las estancias sufren una subestimación sistemática de su trabajo, y no tienen más remedio que aceptar un sobreprecio en los alimentos y suministros que están obligados a comprar en el almacén del rancho. Para los trabajadores temporales que terminan una "changa" - trabajo de corto plazo desbrozando campos o recolectando la cosecha - esto significa que, una vez efectuados los descuentos por las compras de suministros en el almacén, y después de varias semanas de trabajo, les queda poco, o nada de su salario.

Así, tanto trabajadores temporales como permanentes, con distintos niveles de intensidad y duración, son susceptibles de ser víctimas de la modalidad de trabajo forzoso denominada servidumbre por deudas. Mientras existe la deuda, el trabajador difícilmente puede buscar trabajo en otra estancia o adquirir préstamos en un mercado de crédito moderno y abierto (éste no existe en la zona), ello eventualmente, les permitiría pagar dichas deudas y convertirse en trabajadores libres.

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